MADRID 12 Mar. (EUROPA PRESS) -
El trasplante cardiaco en niños y adolescentes es poco frecuente en España, en torno a 20 intervenciones de este tipo al año (17 en 2011), pero según asegura el doctor Ramón Pérez-Caballero, adjunto al Servicio de Cirugía Cardiaca Infantil del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid, "actualmente el tiempo que tiene que esperar un niño para recibir un corazón es mucho más prolongado que antes".
Así lo ha reconocido en declaraciones a Europa Press este experto, que trabaja en el centro hospitalario que más trasplantes de este tipo ha realizado en todo el Sistema Nacional de Salud (SNS) en los últimos cuatro años.
Según datos de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), en 2010 la mitad de los menores que estaban en lista de espera urgente conseguían entrar en quirófano en menos de 20 días. Actualmente, ha asegurado el doctor Pérez-Caballero, la espera media es de entre dos y tres meses.
"Ahora se espera más, se ha sufrido un bajón de donantes en cirugía cardiaca infantil", reconoce este experto, que lo achaca a que "hay menos oportunidades de encontrar donantes".
No en vano, en los últimos dos años se ha reducido a la mitad el número de donantes menores de quince años, pasando de una tasa de 3,5 donantes por millón de habitantes en 2009 al 1,7 o 1,6 registrados respectivamente en 2010 y 2011.
Al igual que sucede con el resto de trasplantes, este descenso se ha debido a la disminución progresiva de los accidentes de tráfico, principal fuente de la donación de órganos. Sin embargo, en corazón, a diferencia de otros trasplantes como el de riñón, la donación de vivo no es una alternativa, como tampoco lo son en trasplantes pediátricos las muertes por accidentes cerebrovasculares.
Y es que, según recuerda este experto, "en estos casos no sólo se tiene que encontrar un donante del mismo grupo del receptor, sino que también tiene que ser compatible su tamaño y su peso, y eso complica un poco la búsqueda".
Estos pacientes pediátricos suelen estar afectados por malformaciones congénitas, como miocardiopatías dilatadas, miocarditis o ventrículo único, que sin la cirugía "están abocadas a la mortalidad", según ha reconocido, también a Europa Press, el doctor Ángel González Pinto, jefe del Servicio de Cardiología Pediátrica del Gregorio Marañón.
"Algunas complicaciones son similares a las que se encuentran en pacientes adultos", ha añadido el doctor Pérez-Caballero, quien sin embargo lamenta que en los niños "hay más de 150 enfermedades diferentes que requieren un nivel de entrenamiento y experiencia diferente".
No obstante, y pese a este aumento en la espera para un trasplante, este cirujano reconoce que en los últimos años están probando nuevas técnicas para conseguir que el paciente aguante hasta el trasplante.
En este sentido, asegura que "la mayor innovación" con que cuentan actualmente son los dispositivos de asistencia ventricular, una especie de "bombas pequeñas que sirven para asistir al corazón del niño a la espera de un trasplante".
NUEVAS TÉCNICAS PARA HACER FRENTE A ESTA ESPERA
"Por desgracia no sirven para toda la vida", reconoce este experto, si bien "sí que permite que el niño pueda estar seis meses con ello, ir a planta e incluso a casa, como sucede en los centros de mucha experiencia en Europa, ya que tan sólo tienen que ir cada tres días al hospital para que les vean".
Además, la implantación "no es compleja" porque lo que se cambia es la bomba. "En la cirugía se implantan las 'cañerías' y se conectan al corazón, y lo que se vigila es la bomba en caso de que se producen coágulos, cambiándose en la misma UVI". "Nos permite esperar más para recibir un corazón", ha asegurado.
Por otro lado, este experto también ha avanzado que se están probando tratamientos experimentales con células madre, en modo de uso compasivo, también en niños que están a la espera de un trasplante o tienen un corazón con poca fuerza.
"Aprovechando el momento de otra cirugía, les pinchamos la médula ósea para obtener células madre que luego se inyectan en el miocardio para intentar que se recupere", ha apuntado.
Dicha técnica se comenzó a utilizar de forma experimental en pacientes adultos que habían sufrido un infarto y gran parte de su corazón estaba ya cicatrizado o muerto, y los resultados "no son definitivos pero sí esperanzadores", de ahí que se haya comenzado a probar en niños, dado que "daño no les hace y el potencial beneficio es muy grande".