MADRID, 18 Dic. (EUROPA PRESS) -
El mito de que "sólo las chicas blancas, delgadas y acomodadas desarrollan trastornos alimentarios" es el culpable de que otras personas que los padecen no sean diagnosticadas ni tratadas, según advierten tres expertas, que destacan la importancia de la intervención precoz para salvar vidas y el importante papel de los padres para ayudar a las chicas a recuperarse.
La psiquiatra Janet Treasure, del Kings College de Londres (Reino Unido); la doctora Elizabeth McNaught y la terapeuta Jess Griffiths, que han sobrevivido a trastornos alimentarios, afirman que este estereotipo hace que otras personas, incluidos hombres y mujeres negros, tengan dificultades para obtener ayuda, e instan a los médicos a considerar graves todos los trastornos alimentarios, incluso los que no implican pérdida de peso, como las purgas.
Su libro 'Eating Disorders: The Basics' (Trastornos alimentarios: Conceptos básicos), dirigido a escuelas, profesionales sanitarios y familias, es una guía que detalla los factores de riesgo más comunes, los distintos tipos de trastornos alimentarios, los últimos tratamientos y ofrece consejos a las familias sobre cómo ayudar a sus seres queridos a recuperarse.
"A menudo se piensa que los trastornos alimentarios afectan a las chicas delgadas, blancas y acomodadas. Sin embargo, no existe una verdadera discriminación en cuanto a quiénes afectan --afirman las autoras--. Otros grupos, como los hombres, las minorías raciales, los transexuales y las personas de entornos socioeconómicamente desfavorecidos, pueden permanecer en nuestras comunidades luchando contra su trastorno alimentario, sin recibir tratamiento durante años".
Indican que "también es esencial que reconozcamos que todos los trastornos alimentarios son graves, y que todos ellos merecen tratamiento y apoyo. No tienen por qué ser enfermedades de por vida o mortales, pero a menudo pueden deberse a una falta de provisión y a un reconocimiento deficiente de los síntomas en personas que no están por debajo de su peso".
Los comportamientos alterados en torno a la ingesta de alimentos son comunes en todo el mundo y pueden darse en cualquier etapa de la vida y afectan a todos, independientemente de la raza, el sexo o la edad.
La profesora Treasure y sus coautoras afirman que persisten otros retos en torno a los trastornos alimentarios, entre ellos la pobreza alimentaria, los alimentos ultraprocesados y la reducción de las comidas compartidas y caseras. También indican que los hombres pueden verse presionados por la sociedad para "ser hombres", lo que puede conducir a un mayor secretismo sobre su trastorno y crear una barrera para buscar tratamiento.
En tercer lugar, citan el índice de masa corporal (IMC), que puede ser poco útil en diversas situaciones. Las autoras afirman que el riesgo de malestar físico está más relacionado con el grado de pérdida de peso que con el peso absoluto. Una persona puede correr el riesgo de sufrir daños físicos importantes aunque su IMC sea "normal".
Finalmente, advierten de que los padres y las parejas pueden sentirse excluidos, como si un trastorno alimentario fuera "cosa de mujeres", y los hermanos pueden considerarse demasiado jóvenes para participar. Sin embargo, las autoras afirman que tienen un papel clave a la hora de ayudar a sus seres queridos a recuperarse.