MADRID, 8 Feb. (EUROPA PRESS) -
La supervisora de hospitalización del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, Yolanda Peral, ha recordado que el frío ayuda a disminuir la inflamación en una zona que está dolorida y que el calor ayuda a aliviar el dolor.
En concreto, según ha afirmado una de las responsables de la elaboración del 'Protocolo del Manejo del Dolor', el frío se puede administrar de forma húmeda, con compresas, o en seco, a través de bolsas de hielo, y es recomendable para reducir la inflamación debida a un traumatismo, en caso de sufrir una cefalea o para prevenir la aparición de hematomas.
Ahora bien, ha aconsejado aconsejable observar el estado de la piel antes de la administración de hielo y, si se decide utilizar frío seco, nunca hacerlo directamente sobre la piel. El modo de administración debe ser en periodos alternos de entre 15 y 20 minutos durante alrededor de dos horas.
Una vez que se haya administrado frío, la experta ha destacado la importancia de secar la piel adecuadamente, sin frotar y tener especial cuidado en no administrar frío a personas con problemas de circulación porque se agravarán y sobre heridas en proceso de cura.
EL CALOR ALIVIA LOS ESPASMOS MUSCULARES
Por su parte, el calor contribuye a aliviar el dolor y los espasmos musculares y, como el frío, se puede administrar de forma húmeda (con compresas o a través de un baño) o de forma seca (con bolsas de agua o los clásicos sacos de semillas).
"La administración de calor es muy recomendable para tratar el dolor de las inflamaciones no traumáticas de las articulaciones. Además, acelera el drenaje de procesos infecciosos y de abscesos y relaja la musculatura contraída. El modo de administración, al igual que el frío, es a través de periodos alternos de entre 15 y 20 minutos durante alrededor de dos horas", ha apostillado la supervisora de enfermería de la Unidad de Cuidados Intensivos y de Urgencias del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, Yolanda Esperanza.
Del mismo modo, las expertas han avisado de que está contraindicado utilizar calor en cualquier herida que sangre durante las primeras 24 horas tras producirse una herida porque aumenta el flujo sanguíneo y favorece el sangrado. También en prominencias óseas porque son zonas de sensibilidad reducida y favorece las lesiones cutáneas.
Finalmente, y en caso de dolor intenso, tanto el frío como el calor son métodos que se pueden utilizar de forma complementaria a una terapia farmacológica pautada por un especialista.