MADRID, 5 Dic. (INFOSALUS) -
La mayoría de los padres considera desproporcionadas las rabietas de sus hijos cuando niegan alguna de sus peticiones sin reparar en que en la mayoría de los casos se trata de una fase más de la evolución infantil. Una nueva entidad psiquiátrica recoge ahora síntomas como las rabietas y la irritabilidad patológicas en menores diagnosticados hasta hace bien poco con trastorno bipolar.
Según explica a Infosalus la doctora Soledad Romero Cela, del Servicio de Psiquiatría Infantil y Juvenil del Hospital Clinic de Barcelona, el trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo intenta dar respuesta a un grupo de pacientes pediátricos con síntomas de irritabilidad crónica y elevada reactividad a las frustraciones que en muchos casos eran diagnosticados con trastorno bipolar.
En los 90 un grupo de especialistas psiquiátricos en trastorno bipolar revisaron los criterios para incluir a aquellos niños y adolescentes con irritabilidad crónica con arrebatos y afectación grave del funcionamiento dentro de la categoría de trastorno bipolar, lo que condujo a un aumento muy significativo en el número de diagnósticos de esta patología.
"En teoría se consideraba que síntomas como la irritabilidad crónica, hiperactividad, la rapidez de pensamientos o el desbordamiento emocional podían ser la forma en la que se presentara la fase de manía del trastorno bipolar entre los más pequeños. Sin embargo, en los estudios que hicieron un seguimiento de los menores, con el paso de los años no se detectaron episodios de manía y sí de depresión mayor o ansiedad", explica Romero.
Hacia el año 2001, un grupo de investigadores del Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH, según sus siglas en inglés) de Estados Unidos realizó un estudio en el que se comparaban casos de chicos con trastorno bipolar en los que el trastorno estaba bien definido con aquellos en los que existían estos síntomas de irritabilidad crónica grave y desregulación del estado de ánimo.
Los expertos del NIMH descubrieron que existían diferencias en la evolución, a nivel de respuesta al tratamiento farmacológico, las pruebas de neuroimagen también arrojaban diferentes resultados y además no existía respuesta al tratamiento con litio, el fármaco de primera línea en el trastorno bipolar. Las diferencias en género y comorbilidades asociadas también hacían pensar en una entidad diferente a la bipolaridad.
INCLUSIÓN CONTROVERTIDA EN EL DSM-5
Este único estudio llevó a que se incluyera en la última versión del manual de referencia internacional para el diagnóstico de patologías psiquiátricas (DSM-5) aparecida en 2013 el trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo (DDEA). Esta inclusión como patología independiente sigue creando gran polémica en la práctica clínica ya que sólo se basa en el trabajo de un único grupo de expertos.
Los criterios que aparecen en el manual psiquiátrico son la presencia de graves arranques emocionales no acordes con el nivel de desarrollo, descontrol conductual y verbal y respuestas desproporcionadas ante situaciones de la vida cotidiana. El estado de ánimo en estos niños es irritable o triste de forma persistente durante la mayor parte del día.
Para realizar el diagnóstico, esta conducta debe persistir al menos un año con un periodo no superior a 3 meses libre de síntomas. Además, estos síntomas deben estar presentes en al menos dos de los tres ámbitos más importantes del menor como su casa, la escuela y su círculo de amigos.
El diagnóstico no se puede realizar antes de los 6 años de edad, ya que se considera que estas conductas pueden ser más frecuentes entre los más pequeños, ni por encima de los 10 años.
"Incluso la terminología a emplear para la definición del trastorno sigue sin estar bien acuñada en castellano. Se incluye el término disrupción porque hace referencia a la cólera y las rabietas desproporcionadas y el de desregulación para apelar a una irritabilidad crónica que altera el estado de ánimo", explica Romero.
La controversia sobre su aparición en el DSM-5 también se ve alimentada por el hecho de que los criterios diagnósticos que fijaba el grupo estadounidense del NIMH son diferentes a los que incluye el manual psiquiátrico, en el que se ha eliminado por ejemplo la existencia de hiperexcitabilidad (insomnio, inquietud motora, distraibilidad, verborrea o intrusividad, entre otros).
HIPERACTIVIDAD Y TRASTORNO NEGATIVISTA
Lo que descubrieron los investigadores del NIMH en su estudio entre menores diagnosticados con trastorno bipolar fue que aquellos con síntomas de DDEA eran predominantemente varones que también presentaban indicios de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y trastorno negativista desafiante.
Los criterios actuales del DSM-5, distintos a los del NIMH en algunos aspectos, relacionan la DDEA en mucha menor medida con el TDAH pero sí consideran que el trastorno negativista desafiante y la depresión mayor son comorbilidades presentes en la patología.
El trastorno negativista desafiante, que se presenta en un 70% de los casos de DDEA, constituye más un problema de conducta que una enfermedad ya que supone un descontrol conductual que puede tratarse con medidas educacionales. Sin embargo, la DDEA no tiene por qué estar presente en menores con el trastorno negativista y si esto sucede es en un número reducido de casos.
"Lo que hay que tener claro es que la DDEA es un trastorno psiquiátrico grave en el que los menores están muy afectados en todos los ámbitos y requieren de un elevado uso de servicios (salud mental, medicina, servicios sociales y educativos)", aclara Romero ante la posibilidad de que existan padres que asocien rabietas exageradas de sus hijos con un posible trastorno.
Para Romero, la clave está en realizar un diagnóstico diferencial que incluya la historia personal por la que ha atravesado y atraviesa el niño. "Puede estar viviendo un conflicto familiar, tener algún problema del aprendizaje, haber sido víctima de maltrato o abusos o pasar por un trauma. Se debe ir más allá de las rabietas descontroladas y la irritabilidad crónica, ver qué le está pasando y encontrar la raíz del problema", asevera Romero.
PSICOTERAPIA FRENTE A DESREGULACIÓN Y DISRUPCIÓN
En una rabieta normal la reacción exagerada del niño frente a una situación dada da paso después a un estado de ánimo normal. En los niños con DDAE existe una reacción desproporcionada ante una situación y el ánimo que dejan tras de sí de forma persistente estos estados disruptivos es negativo. Estas rabietas patológicas se desarrollan en todos los espacios sociales y familiares del niño.
Según señala Romero, existe una falta de estudios sobre cómo funciona el tratamiento en estos menores, a los que se suele prescribir fármacos para la irritabilidad y la depresión.
"Los fármacos son importantes cuando se dan síntomas invalidantes pero luego es fundamental el papel de la psicoterapia ya que son niños y están en una fase continua de aprendizaje", aclara la especialista, que apunta a la importancia del aprendizaje psicosocial en todos los ámbitos que rodean al menor ya sea su casa, el colegio o el círculo de amigos.
Para Romero es clave ayudar a los niños a comprender lo que les está pasando y proporcionar a padres e hijos pautas para controlar la irritabilidad y saber manejar las rabietas.