La manipulación de los flujos de fluidos podría salvar vidas y mejorar la recuperación tras una lesión cerebral

Archivo - Imágenes de resonancia magnética de un cerebro
Archivo - Imágenes de resonancia magnética de un cerebro - UNIVERSITY OF MISSOURI - Archivo
Publicado: jueves, 16 noviembre 2023 7:35


MADRID, 16 Nov. (EUROPA PRESS) -

El edema cerebral, la peligrosa inflamación del cerebro que se produce tras un traumatismo craneoencefálico (TCE), puede multiplicar por diez el riesgo de muerte y empeorar significativamente las perspectivas de recuperación de la función cerebral. En casos extremos, los cirujanos extirpan una porción del cráneo para aliviar la presión, pero esto tiene riesgos significativos y no es viable para la gran mayoría de los casos de TBI. Los médicos disponen de muy pocas herramientas eficaces para tratar el edema cerebral, que es una de las principales causas de muerte intrahospitalaria y se asocia a discapacidad neurológica a largo plazo.

Una nueva investigación publicada en la revista 'Nature' podría cambiar la situación, al demostrar que un cóctel de fármacos ya aprobados para tratar la hipertensión arterial reduce rápidamente el edema cerebral y mejora los resultados en modelos animales de lesión cerebral.

"Nuestra investigación demuestra que el edema cerebral es consecuencia de una alteración del flujo de fluidos a través del sistema glinfático y su drenaje linfático asociado --afirma Maiken Nedergaard, codirectora del Centro de Neuromedicina Traslacional de la Universidad de Rochester (Estados Unidos) y autora principal del estudio--. Este deterioro está bajo control adrenérgico y, por tanto, puede ser rescatado farmacológicamente mediante la inhibición amplia de los receptores adrenérgicos. Dado que estos fármacos ya se están utilizando clínicamente y se han observado beneficios neurológicos, existe la posibilidad de pasar rápidamente a estudios clínicos para confirmar estos hallazgos".

El sistema glinfático fue descrito por primera vez por el laboratorio de Nedergaard en 2012 como el proceso único de eliminación de desechos del cerebro. Desde entonces, el creciente conocimiento de la mecánica del sistema --con la ayuda de tecnologías de imagen avanzadas y modelos de dinámica de fluidos basados en IA-- ha permitido a los investigadores predecir y manipular mejor el movimiento del líquido cefalorraquídeo (LCR) en el sistema nervioso central. Esta investigación ha abierto nuevas posibilidades para tratar el Alzheimer y otros trastornos neurológicos y administrar y distribuir fármacos con mayor eficacia en el sistema nervioso central y periférico, incluido el oído interno.

El nuevo estudio apunta al potencial de reutilizar el sistema glinfático para que actúe como válvula de liberación de presión de emergencia. El edema cerebral es una consecuencia habitual de los casos moderados y graves de TCE. "En otras partes del cuerpo, el edema ayuda a reparar los tejidos, pero debido al cráneo, el cerebro tiene una capacidad de expansión limitada. Como consecuencia, aumenta la presión, disminuye el riego sanguíneo y quedan atrapados restos y proteínas tóxicas en el lugar de la lesión, lo que agrava el daño y dificulta la recuperación", explica el doctor Rashad Hassain, profesor adjunto del Centro de Neuromedicina Traslacional y primer autor del estudio.

Uno de los principales desencadenantes del edema cerebral es la noradrenalina, un neurotransmisor que inunda el cerebro inmediatamente después de una LCT. La noradrenalina se asocia normalmente con la respuesta de huida o lucha, pero en la LCT esta "tormenta adrenérgica" afecta al flujo de LCR dentro y fuera del cerebro.

Los investigadores describen cómo la noradrenalina interfiere en la función del sistema glinfático. En concreto, restringe el movimiento del líquido a través de la sección de las tuberías del sistema por la que el LCR drena del cerebro y fluye hacia los ganglios linfáticos meníngeos y cervicales del cuello. Esta observación llevó al equipo a especular si la reapertura de estas puertas a los ganglios linfáticos podría eliminar el exceso de LCR del cerebro, aliviando así la presión.

Para lograrlo, el equipo utilizó un cóctel de fármacos que incluía prazosina, atipamezol y propranolol. Esta combinación de alfabloqueantes y betabloqueantes suprime colectivamente los distintos receptores utilizados por las células para captar noradrenalina. Investigaciones anteriores del laboratorio de Nedergaard han demostrado que esta combinación de fármacos acelera el sistema glinfático, reproduciendo el nivel de actividad experimentado cuando dormimos, que es cuando el sistema es más eficiente en la manipulación del flujo de LCR para eliminar los residuos.

En el nuevo estudio, se administró el mismo cóctel de fármacos a ratones poco después de una LCT. Utilizando microesferas fluorescentes, los investigadores rastrearon el LCR originado en el lugar de la inflamación a medida que salía en masa del cerebro a través de vasos linfáticos, llevando consigo restos de la lesión a los ganglios linfáticos. El resultado fue una eliminación casi inmediata del edema cerebral y un retorno sostenido a la presión intracraneal normal en los animales. El tratamiento produjo una recuperación significativa de la función cognitiva, conductual y motora.

"Estos resultados demuestran que la tormenta adrenérgica, el edema y la presión intracraneal resultantes y la retención de restos neurales pueden revertirse mediante una inhibición adrenérgica amplia, con la consiguiente mejora de la recuperación en los ratones lesionados", afirma Nedergaard.

Los autores señalan varios estudios clínicos que demuestran los perfiles de seguridad y los beneficios neurológicos observados de estos fármacos, primeros indicios de que este enfoque también podría beneficiar a los seres humanos. El atipamezol reduce las convulsiones postraumáticas, la prazosina es eficaz en el tratamiento del estrés postraumático asociado a la LCT, y los betabloqueantes reducen la mortalidad hospitalaria y mejoran el resultado funcional de los pacientes con LCT. Además, Nedergaard y sus colegas de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) han demostrado que las personas que toman betabloqueantes para la hipertensión tienen menos riesgo de padecer Alzheimer.