MADRID, 23 Sep. (EUROPA PRESS) -
La cardióloga Carmen Fernández, que está al frente de los chequeos deportivos en el Hospital Imske, destaca la importancia de los reconocimientos deportivos, pues "si bien es cierto que la incidencia de muerte súbita entre los deportistas es residual, también lo es que el deporte de alta intensidad puede conducir a la cardiopatía isquémica, desencadenar eventos arrítmicos, o incluso la muerte súbita".
Según la Fundación Española del Corazón, el 88 por ciento de los casos de muerte súbita tienen un origen cardíaco; en deportistas menores de 36 años, la miocardiopatía hipertrófica estaría detrás de uno de cada dos fallecimientos. Así, la mayoría de los casos de muerte súbita en deportistas se producen porque desconocen que tienen una enfermedad congénita, como la microcardiopatía hipertrófica o arritmias primarias.
FATIGA Y AHOGO, SEÑALES DE ALERTA
En deportistas bien entrenados, síntomas de problemas cardíacos como la dificultad respiratoria y la fatiga pueden pasar desapercibidos al confundirse con sensaciones propias de esfuerzos muy intensos.
En los deportistas jóvenes, los mareos y los síncopes no revisten gravedad en la mayoría de los casos. Y así, más allá de lo desagradables que resultan, pues suelen ir acompañados de náuseas, sudoración y malestar general, no tienen un significado pronóstico negativo. Sin embargo, y aunque menos frecuentemente, también podrían estar advirtiendo de arritmias graves u otras cardiopatías.
"Cuando estos síntomas se producen durante el esfuerzo, de forma brusca y sin los clásicos síntomas (náuseas y sudoración), la posibilidad de que se trate de algo grave aumenta considerablemente y obligan a una valoración médica", advierte la doctora Fernández.
"En aras de no alarmar a la sociedad y, en ningún caso, poner en entredicho los incalculables beneficios en la salud del deporte, conviene recordar que los problemas graves por síntomas cardiológicos son infinitamente menores entre la población físicamente activa que la población sedentaria", tranquiliza la doctora, si bien añade que, cuando aparecen, "aumenta mucho la posibilidad de tener una complicación grave".
Por tanto, ante cualquier síntoma es crucial someterse a un reconocimiento deportivo cuya información desvele pautas de prevención frente a accidentes cardiovasculares severos.
Así las cosas, la doctora recomienda un reconocimiento deportivo que comience con la elaboración de una minuciosa historia clínica "centrándonos en antecedentes familiares y personales de posible cardiopatía, síntomas de índole cardiovascular y una exploración física detallada", explica.
Posteriormente, se realiza un electrocardiograma (ECG) en reposo, una ecocardiograma y una prueba de esfuerzo con consumo de gases (ergoespirometría). "Lo más común, afortunadamente, son alteraciones en el electrocardiograma que finalmente no tienen significado patológico", reconoce la cardióloga.
Con todo, y pese a su reducida incidencia, los reconocimientos deportivos ponen el foco, además de en la mejora del rendimiento, en descartar patologías que puedan predisponer a la muerte súbita. "Hay alteraciones ya en el ECG que nos sugieren predisposición a arritmias y también centrarnos en descartar miocardiopatías como la hipertrófica, displasia, cardiopatía isquémica, mediante ergometría y ecocardiograma".
En este sentido, es fundamental que el reconocimiento deportivo corra a cargo de un equipo de profesionales capaces de discernir entre cambios adaptativos según la disciplina deportiva y patologías cardiovasculares. "Un objetivo es discernir qué es patológico y qué es una adaptación al ejercicio de alta intensidad".
En caso del basket, por ejemplo, por ser un deporte de los denominados 'start-stop', tienen un tipo muy definido de adaptación cardiovascular. "En los jugadores de baloncesto en concreto debemos descartar patologías específicas que afectan, por ejemplo, a la aorta", concluye Fernández.