MADRID 10 Oct. (EUROPA PRESS) -
Las nuevas terapias biológicas para las enfermedades reumáticas tienen un mayor coste pero, según el jefe de Sección de Reumatología del Hospital Universitario de Guadalajara, Jesús Tornero, después de cinco años se consigue una reducción de la discapacidad que "compensa el 40 por ciento de la inversión que se hace en la adquisición del fármaco".
Así lo ha destacado durante la Jornada por la Sostenibilidad del Sistema Sanitario Español organizada por esta sociedad científica y la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH) en el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, donde se ha presentado un documento para la optimización de dichas terapias.
Esta compensación se debe a los beneficios que aportan estas terapias, ya que se reducen notablemente los ingresos hospitalarios y las cirugías, así como otros costes indirectos relacionados con la discapacidad laboral que causan estas patologías. Así, añade, al tener mejor controlada la inflamación, los pacientes sufren menor invalidez y necesitan menos bajas laborales.
A su juicio, el uso de las terapias biológicas ha favorecido una mejor situación clínica para el paciente ya que han enseñado a medir bien la actividad de la enfermedad, a marcar un objetivo terapéutico y a jerarquizar las líneas de tratamiento.
También han promovido un mejor uso de los fármacos clásicos; han supuesto un avance claro en el control clínico de la enfermedad puesto que los pacientes tienen menos dolor e inflamación, menos discapacidad, y mejor calidad de vida.
Además, han sido capaces de frenar la progresión del daño estructural de las articulaciones (muchas veces irreversible) y controlar la inflamación crónica, disminuyendo así la comorbilidad cardiovascular.
Según Tornero, una de las armas que más ha demostrado el control de la enfermedad son las revisiones, un seguimiento estrecho y las visitas no dilatadas en el tiempo.
Si se va a establecer una estrategia de optimización o de reducción de dosis o espaciamiento de la terapia, "el clínico debe estar especialmente alerta y debe revisar con frecuencia al enfermo porque si detectara en algún momento algún rebrote de la enfermedad tendría que volver a la dosis primitiva y a los intervalos posológicos habituales. En estas situaciones la vigilancia debe ser estrecha y protocolizada con técnicas de imagen para ver que no hay progresión del daño".
En este sentido y en relación con las medidas adicionales de seguimiento de los pacientes optimizados, la jefa de Servicio de Reumatología del Hospital Universitario de la Princesa (Madrid), Rosario García de Vicuña, también ha indicado que "es fundamental contar con una consulta de Enfermería como soporte a la monitorización de los pacientes".
"Tras la optimización, es prudente hacer una revisión entre las 8 y 12 semanas posteriores. Cada desescalada de dosis debería hacerse con menos de 6 meses de intervalo, y no se plantea la suspensión del tratamiento si el paciente no lleva al menos un año controlado con esa dosis mínima de optimización", recuerda.