MADRID 3 Jul. (EUROPA PRESS) -
Un descenso en la escala social supone no solamente vivir menos, sino también vivir un menor número de años con buena salud, según el sociólogo de la Universidad del País Vasco, Unai Martín, quien destaca que el bienestar de una sociedad progrese, no basta con vivir más años, sino que hay que vivirlos en buenas condiciones.
Precisamente, si el nivel de estudios o la clase social ya influyen de por sí en la esperanza de vida, Martín explica que, con el indicador propuesto, el impacto de las condiciones de vida es aún mayor. "Con estas medidas que tienen en cuenta tanto la mortalidad como la salud, las desigualdades son mayores si cabe", señala Martín, quien acaba de publicar su tesis sobre la 'Salud y desigualdades sociales en salud'.
"Tradicionalmente, el aumento de la esperanza de vida ha sido un buen resumen del estado de salud de una población. Pero el perfil de las enfermedades ha cambiado: ahora, tienen mucha prevalencia algunos males que no son mortales, pero sí muy discapacitantes", explica.
Este trabajo muestra que la esperanza de vida ya no es el único indicador a considerar, en este sentido, explica, no se puede hablar de bienestar si se vive más pero se está enfermo o dependiente en ese tiempo extra.
Según se explica en la tesis, la evolución del estado de salud de la población vasca sí que ha sido positiva hasta ahora. Sin embargo, los datos más recientes muestran que dicha evolución se ha ralentizado.
"En los datos del País Vasco, en los tres primeros periodos analizados, hay una compresión de la morbilidad y los años de vida ganados vienen acompañados de mejor salud. Pero, en el último periodo, se empieza a ver que la esperanza de vida aumenta a costa de un incremento de la discapacidad. El estado de salud no mejora tanto como mejoraba antes, y se ven indicios de que puede empezar a empeorar", señala.
En relación a esto, el investigador remarca que es importante centrar los esfuerzos colectivos en que el descenso de la mortalidad siga viniendo acompañado de una mejora de la salud poblacional, y no a costa de una expansión de enfermedades crónicas o discapacidades.
Su investigación muestra que mitigar este posible problema precisa de cambios en la asignación de recursos y la priorización de servicios, entre otras cosas. Por ejemplo, Martín menciona que la Estrategia para afrontar el reto de la Cronicidad en el País Vasco (puesta en marcha por el Gobierno Vasco en 2010) supone un avance en este sentido, aunque no es suficiente.
"La importancia de las enfermedades crónicas ha obligado a redireccionar los sistemas sanitarios, y, en este sentido, la estrategia de cronicidad es pionera. Pero la reducción de las enfermedades crónicas no solo pasa por que el sistema sanitario se adapte. Es un plan con una visión muy biomédica y que no atiende a otro tipo de factores, como los relacionados con las condiciones de vida, que tienen mucho que ver en la mejora de la salud poblacional", explica.