MADRID, 29 May. (OTR/PRESS) -
Hasta 1.565 familias solicitaron, durante el año pasado, ayuda por problemas de drogadicción a Proyecto Hombre a pesar de que el afectado, fundamentalmente adolescentes, no había iniciado ningún programa de deshabituación. Esta cifra, según un estudio realizado por esta organización, supone un aumento del 37 por ciento con respecto a años anteriores, lo que demuestra que cada vez hay mayor concienciación en la sociedad.
Sin embargo, el documento señala que los adolescentes son los que deberían conocer los verdaderos riesgos de este consumo y las consecuencias que estas sustancias suponen para su salud, algo que no sucede. Esta ignorancia, explican, se traduce en un aumento del consumo.
Durante 2007, recibieron tratamiento más de 1.500 familias con alguno de sus miembros enganchados a las drogas, un trabajo muy importante para Proyecto Hombre, ya que se trata de un tratamiento "que repercute directamente en los adolescentes al sentirse éste más protegido y acompañado", señaló el presidente de la asociación, Jesús Hernández, durante la celebración de las X Jornadas 'Menores, Mediación y Drogas: gestión de conflictos de prevención".
Así, destacó que cada vez son más los familiares que piden ayuda a los expertos cuando detectan un problema de este tipo en su casa. De hecho, el número de familias registrado supone un 37 por ciento más que en años anteriores, destacando que dónde más se ha solicitado esta ayuda es en la costa mediterránea y en Andalucía. En este sentido, la encuesta, realizada sobre 1.734 adolescentes, señala que la mayor parte de los jóvenes atendidos conviven con alguno de sus padres, lo que permite que éstos puedan apreciar si sus hijos necesitan ayuda y recurrir a ella.
Esta situación se debe a la concienciación de la sociedad actual sobre este problema. Sin embargo, para los responsables de Proyecto Hombre no es suficiente, ya que quienes deben ser conscientes de los riesgos sobre estas sustancias son los adolescentes. Al respecto, la delegada del Plan Nacional sobre Drogas, Carmen Moya, destacó que el principal problema es que, para los jóvenes el consumo de sustancias se trata de un elemento de integración y diversión, por lo que, esta baja percepción de riego ante las drogas se traduce en un aumento del consumo.
Concretamente, de este último estudio se desprende que el 60 por ciento de los adolescentes tratados por consumo de drogas es por abuso de cannabis, que se sitúa en el tercer puesto de las drogas más consumidas, tras el alcohol, "donde hay un leve repunte", explicó Hernández, y el tabaco. Del mismo modo, se mantiene el policonsumo entre los jóvenes, ya que en los resultados puede comprobarse, por ejemplo, que el 90 por ciento de los consumidores de cannabis y cocaína.
ELLAS EMPIEZAN ANTES
En cuanto al consumo por sexos, el 83,5 por ciento de los jóvenes atendidos en los locales de Proyecto Hombre, fueron hombres, frente al 16,6 por ciento de mujeres, sin embargo en cuanto a la edad de inicio del consumo, la media se sitúa en los 17,3 años, siendo las mujeres seis meses más prematuras que los hombres. No obstante, señaló la delegada del Plan nacional sobre Drogas, aunque ellas comiencen antes, todos los estudios demuestran que "las adolescentes consumen menos, además, a las edades en que los consumos en los hombres son más altos". Estas cifras, destaca Moya, detecta "mayor responsabilidad y madurez" en las mujeres.
Por otra parte, la asociación destacó que el consumo de drogas se produce sobre todo los fines de semana, es decir, en los momentos de ocio y tiempo libre, ya que "muchos lo contemplan como una forma de facilitar sus relaciones personales, la comunicación, etc", destaca Moya. En este sentido señaló que "el tema de delincuencia y marginalidad vinculada con estos consumos ha ido desapareciendo". Así, más del 50 por ciento de los consumidores están estudiando, un 23 por ciento trabajando y un 20 por ciento no tenía ocupación específica.
"Hoy en día el consumidor está integrado socialmente, acude habitualmente al lugar de trabajo y consume los fines de semana. Este consumo esporádico les confiere una percepción equívoca de que pueden controlar el consumo", concluye Moya.