Dolor crónico en la infancia: poco conocido, poco tratado

Triste, dolor, acoso escolar
GETTY/TOM WANG
Actualizado: sábado, 17 octubre 2015 8:00

   MADRID, 17 Oct. (INFOSALUS) -

   Se sabe poco sobre el dolor en la infancia pero lo que sí es reconocido ahora por el estamento clínico es que los niños experimentan dolor. Hasta mediados de los años 80 se seguían practicando intervenciones quirúrgicas en niños menores de dos años en las que no se empleaba anestesia, ese era el protocolo de actuación.

   En el Día Mundial del Dolor, Jordi Miró, catedrático de Psicología y director de la Cátedra de Dolor Infantil Grünenthal de la Universidad Rovira i Virgili, explica a Infosalus que hasta hace bien poco los profesionales clínicos creían que los niños no experimentaban dolor cuando en realidad lo que sucede es que tienen una capacidad para hacer frente a ello menor que la de los adultos.

   "Su respuesta al dolor es distinta a la de los adultos y esto puede contribuir a que los mayores que les observan tengan una imagen equivocada de lo que les sucede y que lleguen a creer que no experimentan dolor. Por ejemplo, mientras los adultos pueden permanecer quietos como una herramienta hasta que el dolor desaparece, en muchas ocasiones los niños pueden perseverar en sus actividades a pesar del dolor ", apunta Miró. Como con cualquier comportamiento, las conductas que utilizamos para expresar dolor, también requieren de un aprendizaje.

   Se considera dolor crónico aquel que dura más de tres meses y no se ha podido resolver con ningún tratamiento de forma satisfactoria. Los dolores crónicos más habituales son el abdominal, cabeza (cefaleas) y espalda (lumbalgias). Alrededor del 30% de la población infantil y juvenil experimenta algún tipo de dolor crónico. Este dato proviene del único estudio epidemiológico en población general realizado en España hasta la fecha y revela un porcentaje similar al del resto de estudios disponibles en el ámbito internacional. A medida que aumenta la edad, el dolor crónico se asienta en un porcentaje mayor de la población.

   "Hemos observado que los niños con dolor crónico, en ocasiones, dejan de quejarse porque sienten que los otros niños, los profesores e incluso sus padres no quieren escuchar sus 'quejas' o las castigan en algún sentido. Demasiadas veces, estos niños pueden llegar incluso a dejar de ir a la escuela o realizar las actividades cotidianas que antes disfrutaban por miedo a experimentar mayor dolor o al rechazo de los demás", señala Miró.

ASUMIR LA EXISTENCIA DEL DOLOR EN LOS NIÑOS

   La Unidad del Dolor de la Universidad Rovira i Virgili vio la luz en 2007 como un programa de investigación puesto en marcha con fondos recaudados por la Fundación La Marató de TV3 que financió un proyecto de investigación de cinco años. El proyecto continuó después adelante gracias a la financiación privada de la Obra Social de La Caixa y ahora acaba de recibir otro importante apoyo económico de la Fundación Grünenthal.

   "Al principio para dar a conocer el proyecto ofrecíamos compensaciones a padres e hijos con alicientes por su participación y a pesar de ello contábamos con escasos pacientes. Esto ha cambiado, aunque sigue siendo un programa infrautilizado a pesar de ser gratuito. Somos conscientes de que muchos de estos niños nunca vendrán al hospital aunque pudieran beneficiarse del tratamiento, por ello intentamos que sea el tratamiento el que 'vaya' a los niños más que los niños vengan al hospital", señala Miró.

   En el programa, cuya parte de investigación se realiza en la universidad catalana y la de aplicación en los hospitales Sant Joan de Reus y Joan XXIII de Tarragona, participan menores de entre 10 y 18 años en los que en la mayoría de los casos se desconoce la patología física asociada a un dolor que se ha vuelto crónico e invalidante para llevar una vida normal.

   "Estos niños se creen únicos pero cuando escuchan otras experiencias de otros menores en los grupos de terapia y contextualizan el problema aprenden a hacer frente a su problema de una forma más adaptada, para ellos es más importante constatar esta realidad más que oírlo del profesional que les atiende", aclara Miró.

   El programa tiene una duración de cinco semanas y se basa en el aprendizaje de estrategias para afrontar el dolor y los problemas que genera en su día a día a través de técnicas cognitivo conductuales. El objetivo del tratamiento es mejorar la calidad de vida de estos chicos al reducir la intensidad del dolor y solucionar las situaciones de su vida que se ven afectadas por éste.

   Los grupos son pequeños, de tres o cuatro niños de edades similares, se reúnen un par de veces por semana y en ocasiones intervienen también los padres para que logren entender la situación de sus hijos y cómo contribuir en la resolución de los problemas que tienen. Los módulos de trabajo incluyen relajación, resolución de problemas, estrategias de reestructuración cognitiva, manejo del sueño o regulación de la actividad, entre otros.

   "El dolor altera en gran medida las rutinas de estos niños. Algunos hacen todo lo que pueden cuando no sienten dolor y terminan extenuados y otros no hacen nada por miedo a que el dolor aparezca o se incremente. Tan malo es una forma de enfrentarse al problema como la otra. En el programa aprenden formas más adecuadas de afrontamiento", concluye Miró.

¿QUÉ HACER ANTE EL DOLOR DE NUESTROS HIJOS?

   Según apunta Miró, existen no sólo en España sino en todo el mundo pocos profesionales bien formados en el tratamiento del dolor crónico infantil, poca investigación y recursos que hacen difícil que estos niños puedan acceder a los medios necesarios para aliviar su mal.

   A los padres, Miró aconseja que escuchen a sus hijos: "Si se queja, deben buscar remedio profesional y si no desaparece el dolor es necesario saber que existen dolores que se mantienen en el tiempo aunque no exista una patología asociada y esto no significa que no haya que tratarlo porque hay alternativas para hacerlo".

   En la actualidad el equipo de Miró se encuentra desarrollando programas de tratamiento que se puedan seguir vía telemática mediante el ordenador o teléfonos móviles así como un programa de formación y ayuda para maestros y profesores con claves y consejos útiles para ayudar a estos jóvenes a mejorar su calidad de vida.

   "No tenemos respuesta a por qué no desaparece el dolor y aun así no existiría un motivo único, pero sí sabemos que los factores más importantes que predicen el dolor y la discapacidad a largo plazo son de naturaleza psicosocial. Un dolor mal resuelto en estas etapas de la vida es uno de los mejores predictores de dolor y discapacidad en la vida adulta. La mejor forma para evitar este tipo de problemas es actuar de forma preventiva. Un manejo adecuado del dolor infantil es, pues, fundamental se mire por donde se mire", concluye Miró.