Tristeza, pena, llanto, depresión, triste, llorando
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Actualizado: sábado, 26 noviembre 2016 7:59

   MADRID, 26 Nov. (EDIZIONES) -

   Los pensamientos negativos tienen un papel clave porque los pensamientos son representaciones que hacemos de la realidad. La lectura de la realidad da lugar a estados emocionales y un enfoque distorsionado de ella derivado de pensamientos negativos origina emociones que se perpetúan en el tiempo y que pueden conducir a la depresión.

   Según explica a Infosalus Fernando L. Vázquez, coautor de 'Deja atrás la depresión y alcanza la felicidad' (Pirámide, 2016), tenemos la idea de que los pensamientos de angustia y los depresivos obedecen a una situación concreta, un problema o confrontación pero la clave sobre su importancia está en cómo los pensamientos elaborados de esas situaciones crean emociones y estados emocionales que se activan a veces fuera de nuestro control, de forma automática.

   Aspectos como la frecuencia y la duración de estos pensamientos negativos son claves ya que si estás bien, los pensamientos negativos son puntuales. "Lo más importante es ser consciente de que el pensamiento está detrás de un estado de ánimo e identificarlo". Cuando pensamos que podemos correr peligro, que nos van a suceder cosas desagradables, generamos angustia, son pensamientos negativos que están asociados a emociones negativas.

   Según señala Vázquez, si estamos constantemente elaborando pensamientos negativos nos encontramos en un estado depresivo. Se trata entonces de pensamientos que distorsionan la realidad y que son más irracionales que los positivos. Es el concepto de rumiar pensamientos del tipo 'Soy un inútil', 'No valgo para nada', constantemente, una y otra vez.

¿SOY UNA PERSONA NEGATIVA O PADEZCO UNA DEPRESIÓN?

En términos clínicos cuando existen muchos pensamientos negativos se trata de una tendencia al pesimismo con distimia pero no de una depresión clínica, que implica un impacto tal que la persona no puede continuar con su vida.

   "Para que haya un cuadro depresivo además de los pensamientos negativos también deben existir problemas en las relaciones con los demás, ya que éstas son algo así como unas 'vitaminas emocionales' que generan estados emocionales positivos (dar paseos, ir al cine, hablar con un amigo, etc.). La diferencia va más allá de los pensamientos negativos, los pesimistas tienen pensamientos negativos menos intensos que en la depresión", comenta el autor, que junto a Ángela Torres, Manuel Arrojo y Patricia Otero (coordinadora de la obra) presentan al lector una guía práctica extraída de años de trabajo clínico.

   Si se analiza en retrospectiva, los pesimistas tienen una sensación interna de gran amargura global y no encuentran un significado positivo para la vida. En cuanto a su calidad de vida no hay grandes diferencias. La depresión paraliza la vida del enfermo pero en los pesimistas la calidad de vida tampoco es buena ya que existe un tono vital depresivo que no paraliza pero que impide disfrutar de la vida.

HERRAMIENTAS FRENTE A LOS PENSAMIENTOS NEGATIVOS

   Entender el pensamiento y su papel corresponde a los profesionales de la salud mental que interpretan cómo influye, la relación entre las emociones y cómo se trata de un círculo vicioso que se retroalimenta.

   "Se trata de formas de pensar aprendidas como en el caso de las conductas y por ello también se pueden 'reaprender' y cambiar. Para ello es necesario localizar esos pensamientos negativos que suelen estar instaurados desde hace tiempo lo que los ha convertido en automáticos y solo son conscientes a través de las emociones que generan. Por ello hay que atraparlos y analizarlos", comenta el autor, profesor del Departamento de Psicología en la Universidad de Santiago de Compostela.

   Trabajar los pensamientos negativos por grupos es más fácil ya que se pueden establecer ciertas categorías. Están los extremistas, del todo o nada; la sobregeneralización: cuando pasa algo malo pensamos que volverá a suceder en el futuro; la abstracción de lo negativo: nos centramos en el detalle negativo sin tenerlo en cuenta en el conjunto; las inferencias arbitrarias: sacamos consecuencias apresuradas, es lo que se conoce como 'lector del pensamiento', 'error del adivino' (todo nos saldrá mal); la magnificación (ver solo lo malo y amplificarlo); o la minimización (no dar valor suficiente a lo bueno).

   Por todo ello, es fundamental descubrir estas distorsiones del pensamiento y para su detección se emplean herramientas como la que sugiere su observación y el registro de pensamientos en tres columnas donde se sitúan: situación, pensamiento y emoción.

   Además, se puede utilizar la emoción para detectar los pensamientos negativos, anotarlos e incluir la situación en la que se están presentando. "Al inicio, al estar automatizados, esta operación cuesta pero poco a poco la persona se va dando cuenta y es más consciente", comenta Vázquez.

UN CAMBIO DE ACTITUD POSIBLE

Al ser consciente de estos pensamientos, la idea es ir al proceso de cambio, que sería una segunda fase, dentro de la que el profesional destaca cuatro estrategias:

   1. Aprender a analizar estos pensamientos de forma objetiva: como automáticos se consideran veraces por ello hay que someterlos a la prueba de la veracidad mediante procedimientos como buscar hechos que confirmen ese pensamiento, su corrección o no, y tomar así una perspectiva diferente, para luego elaborar una conclusión sobre los análisis realizados.

   2. Aplicar un enfoque directo: antes de aceptar la lectura de pensamiento, buscar otras opciones.

   3. Preguntar a otras personas: contar así con el enfoque de quienes están en nuestros círculos de confianza para saber cómo ven e interpretan esa realidad que para nosotros es negativa.

   4. Trabajar con los pensamientos de miedo y ansiógenos: preguntarse qué es lo peor que podría suceder, el resultado suele no ser tan malo si se piensa así.

   La mayoría de estrategias suponen alejarnos de estos pensamientos y analizarlos. Tras el análisis hay que plantearse en realidad qué conclusión más racional y positiva se puede tomar a partir de ese momento y dar lugar a pensamientos más lógicos y racionales que son siempre más positivos.

   "La mente necesita un proceso mediante el que se le demuestre antes de tomar una alternativa y estos no son automáticos sino que hay que aprenderlos, es algo que lleva tiempo y en lo que hay que poner esfuerzo. Hay que persistir y no desanimarse, por eso es importante ir apuntando, releer y recordar que hay otra forma de pensar más adaptativa. Todo ello lleva su tiempo porque si la mente lleva trabajando 10, 15 o hasta 20 años de una forma se necesita tiempo para cambiar y que el cambio vaya cristalizando", concluye Vázquez.

   El libro tiene una perspectiva científica fruto de más de 10 años de trabajo a través de un programa clínico desarrollado con conocimientos existentes y evaluados con métodos científicos y después puesto en práctica con personas que acuden al sistema sanitario público. Su objetivo es ayudar a personas con estados depresivos leves ya que una depresión más grave necesita un profesional clínico, además también está enfocado a la prevención de la enfermedad.

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