¿Qué es la esteatosis hepática o el hígado graso?

Hígado graso
Foto: GETTY/SEBASTIAN KAULITZKI
Actualizado: viernes, 18 noviembre 2016 12:10

El hígado graso no alcohólico o esteatosis hepática se asocia a los trastornos metabólicos. La inflamación del hígado, unida a los depósitos de grasa en este órgano, ocasiona una enfermedad silenciosa que da síntomas sólo en las etapas avanzadas.

¿QUÉ ES LA ESTEATOSIS HEPÁTICA O HÍGADO GRASO?

Según explica a Infosalus el doctor Manuel Romero, experto de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) y jefe de servicio de Aparato Digestivo del Hospital Nuestra Señora de Valme (Sevilla), en el hígado se producen y almacenan productos intermedios (lípidos, azúcares y proteínas) básicos para la mayoría de funciones vitales y es un órgano que participa también en la desintoxicación del organismo.

Los trastornos metabólicos condicionan la enfermedad hepática. Pacientes diabéticos (7% población), obesos (15%-20% población) y con alteraciones en el metabolismo lipídico tienen más riesgo de sufrir enfermedad hepática aunque también existe un pequeño grupo de pacientes que no tienen estos factores y que tampoco toman alcohol y que sin embargo pueden llegar a desarrollar la enfermedad.

Según explica el doctor Romero, cuando a un exceso de grasa existente en el hígado se une la inflamación de este órgano se produce la enfermedad, lo que se denomina esteatosis hepática o hígado graso no alcohólico. "La sola existencia de grasa no supone que exista enfermedad, tiene que existir también inflamación", aclara el facultativo.

La prevalencia del hígado graso en la población está entorno al 20%-30%, lo que supone que 1 de cada 5 españoles lo padece. El hígado graso es muy frecuente ya que se diagnostica de forma rápida y sencilla con una prueba diagnóstica de ecografía en la que el hígado aparece brillante. Sin embargo, sólo en el 10% de estas personas el hígado graso presenta además inflamación y por tanto enfermedad.

TOMAR CONCIENCIA DE LA ESTEATOSIS HEPÁTICA O HÍGADO GRASO

Romero llama la atención ante el hecho de que al ser un porcentaje reducido el de personas con hígado graso que presentan inflamación, la dolencia se considera poco habitual cuando en realidad la enfermedad se da en un 2% de la población general. La detección de la inflamación es complicada ya que requiere una biopsia hepática que supone una intervención invasiva para el paciente.

GRAN RIESGO DE DESARROLLAR CÁNCER Y CIRROSIS POR LA ESTEATOSIS HEPÁTICA

"Este 2% de la población que padece esteatosis hepática está en riesgo de desarrollar cáncer, cirrosis y necesitar un trasplante de hígado", alerta Romero, que apunta que en las listas estadounidenses que recogen las principales causas por las que se requiere un trasplante de hígado, el hígado graso con inflamación ya se encuentra como causa principal.

"Hay que crear concienciación sin generar alarmismo ya que la mayoría de pacientes no padece la enfermedad pero hay que detectar los casos en los que existe el trastorno. Para ello población, médicos, políticos y medios deben ser conscientes de que es una enfermedad hepática que está desplazando a la hepatitis C, pues ésta se está consiguiendo controlar", apunta Romero, catedrático de Medicina de la Universidad de Sevilla.

El desarrollo de esteatosis hepática se ha asociado además a tres aspectos clave:

- El componente genético: se ha asociado una mutación en el gen de la adiponutrina a la predisposición a padecer el trastorno.

- El microbioma: existen más bacterias en el intestino que células en el organismo, de ahí su importancia en el funcionamiento del sistema digestivo y del organismo en su conjunto. Se ha descubierto que uno de los tres tipos de composición de la flora intestinal, los denominados enterotipos, aumenta el riesgo de padecer la enfermedad.

- Obesidad infantil: la obesidad medida a los 7, 9 u 11 años se asocia a un aumento del riesgo de esteatosis hepática. "El papel de los colegios en la dieta y el ejercicio físico se ha convertido en esencial para la prevención de la obesidad infantil", apunta Romero.

DETECTAR A TIEMPO EL HÍGADO GRASO

Romero apunta que las enfermedades hepáticas suelen ser silenciosas en su evolución hasta que se hacen patentes a través de trastornos graves como la cirrosis hepática, hemorragias o cáncer.

Sin embargo, el especialista señala que son tres los aspectos que han de tenerse en cuenta como sospechosos para detectar el hígado graso con inflamación:

1. Prueba ecográfica: el hígado se observa brillante en la ecografía.

2. Transaminasas: una elevación en las transaminasas (los 'chivatos' de la inflamación) en la analítica sanguínea indica inflamación en el higado.

3. Trastorno metabólico: si el paciente presenta algún trastorno metabólico como diabetes, hipertensión, alteraciones en los lípidos, obesidad o síndrome metabólico (circunferencia de cintura superior al perímetro normal, hipertensión, colesterol bueno bajo, triglicéridos o azúcar elevados).

Según señala Romero, si se presentan al menos dos de estos aspectos en combinación existe un riesgo elevado de que la enfermedad esté en marcha. En los casos en los que se detecta, el tratamiento principal se basa en cambios en la dieta y realizar ejercicio físico.

En este último caso, el especialista apunta que solo cuando se logre institucionalizar la prescripción y monitorización de ejercicio físico en los pacientes se conseguirán resultados reales en la lucha contra la enfermedad.

"El abordaje terapéutico es reducido a pesar de que se está investigado mucho. Se utiliza la vitamina E en pacientes no diabéticos y fármacos dirigidos a la resistencia a la insulina", explica Romero.

EJERCICIO CONTRA EL HIGADO GRASO

La enfermedad hepática por depósito de grasa no alcohólica (NAFLD, por sus siglas en inglés) multiplica los riesgos de enfermedad vascular, pues el 90 por ciento de los pacientes con enfermedad hepática por depósito graso tiene alguno de los síntomas delsíndrome metabólico como obesidad abdominal, hipertensión, colesterol o diabetes, y un 33 por ciento presentan el diagnóstico complejo.

Ahora un nuevo estudio publicado en 'Journal of Hepatology' demuestra que el ejercicio, independientemente de la frecuencia o la intensidad, aporta beneficios a los adultos obesos y con sobrepeso con hígado graso no alcohólico, la causa más común de enfermedad hepática crónica en el mundo occidental.

NO EXISTEN TRATAMIENTOS PARA LA ESTEATOSIS HEPÁTICA

No existen tratamientos farmacológicos aprobados para esta enfermedad, pero se ha visto que las intervenciones en el estilo de vida, como la dieta, el ejercicio y la pérdida de peso resultante, ayudan a mejorar este trastorno. En particular, estas acciones pueden mejorar algunas características de la esteatohepatitis no alcohólica (NASH, por sus siglas en inglés), la forma progresiva de NAFLD.

La pérdida de peso es la estrategia comúnmente recomendada para todos los pacientes obesos y con sobrepeso con hígado graso no alcohólico. Los regímenes de ejercicios basados en el entrenamiento aeróbico y de resistencia reducen la grasa del hígado, así como la grasa visceral, pero no se ha evaluado sistemáticamente la cantidad exacta y la intensidad del ejercicio aeróbico necesaria para revertir o mejorar el hígado graso no alcohólico.

Esta enfermedad no afecta solo a personas adultas, sino que puede producirse a cualquier edad, lo que seguramente es debido al aumento de la obesidad en las sociedades occidentales.

DIFERENTES REGÍMENES DE EJERCICIO AERÓBICO

En el nuevo estudio publicado en la revista 'Journal of Hepatology', los autores examinaron el efecto de diferentes regímenes de ejercicios aeróbicos en la mejora de la grasa del hígado y visceral en personas con sobrepeso y obesas que tenían estilos de vida sedentarios.

En un ensayo clínico aleatorio controlado con placebo, se asignó al azar a 48 participantes en cuatro grupos iguales de 12 personas: ejercicio aeróbico de alto volumen de baja a moderada intensidad (LO: HI, por sus siglas en inglés); ejercicio aeróbico de bajo volumen de alta intensidad (HI: LO); ejercicio aeróbico de bajo volumen de intensidad baja a moderada (LO: LO); y placebo (PLA) durante ocho semanas. Se analizó el cambio de grasa en el hígado mediante espectroscopia de resonancia magnética (MRS, por sus siglas en inglés).

Los tres grupos, independientemente del régimen de ejercicio, mostraron una mejora en la grasa del hígado de alrededor de entre el 18 y el 29 por ciento en comparación con el grupo placebo en el que la grasa del hígado aumentó en un promedio de un 14 por ciento. La mejoría fue independiente de la pérdida de peso de los participantes de los grupos.

No hubo diferencias significativas entre los diversos regímenes de ejercicios aeróbicos en la reducción de grasa en el hígado durante un periodo de ocho semanas. Sin embargo, los investigadores realizaron análisis exploratorios adicionales y señalan que hubo una tendencia hacia una mayor reducción en la grasa en el hígado y la grasa visceral en los dos grupos que utilizaron ejercicio de alta intensidad con bajo volumen (HI: LO) o actividad física de baja intensidad con alto volumen (LO: HI).

"Los resultados de nuestro estudio muestran que todas las dosis de ejercicio, independientemente de su volumen o intensidad, fueron eficaces en la reducción de la grasa en el hígado y la grasa visceral en una cantidad que fue clínicamente significativa, en adultos previamente inactivos, con sobrepeso u obesidad en comparación con el placebo. Estos cambios fueron observados sin pérdida de peso clínicamente significativa", explica el investigador principal, Nathan Johnson, profesor titular de la Universidad de Sydney, Australia.

"No se encontraron diferencias entre los regímenes de ejercicio en relación a estos beneficios", agrega Jacob George, profesor de Medicina Hepática de la Universidad de Sydney, Australia, y jefe del Departamento de Gastroenterología y Hepatología del Hospital Westmead y la Universidad de Sydney.