Tolerancia cero a la violencia en pareja

Pelea, discusión, pareja
Foto: FLICKR/ULISSE ALBIATI/CC BY-SA 2.0
Actualizado: lunes, 15 junio 2015 10:52

MADRID, 15 Jun. (INFOSALUS) -

   Durante la adolescencia y primera juventud se aprenden esquemas de comportamiento que se reproducirán durante la vida adulta. Las primeras relaciones de pareja se convierten así en el mejor escenario para prevenir una posible violencia doméstica en el futuro conyugal.

   Según explica a Infosalus Marina Muñoz-Rivas, co-autora de 'Violencia en el noviazgo. Realidad y prevención' (Pirámide, 2015), existe una violencia en las relaciones de pareja en adultos muy visible en los medios de comunicación. Sin embargo no sucede lo mismo en lo que se refiere a la realidad que viven los más jóvenes, entre los que existen altos porcentajes de violencia en el noviazgo.

   "Entre los objetivos de este libro está hacer ver una realidad que no está tan clara. Los patrones de relación se aprenden en las primeras relaciones y se dan por buenos mecanismos de solución de problemas en los que se emplea la violencia", señala la autora, profesora titular del Departamento de Psicología Biológica y de la Salud de la Universidad Autónoma de Madrid.

   VIOLENCIA EN EL NOVIAZGO

   Se denomina noviazgo a la época de la relación en la que no existe convivencia y sí una relación de afecto, cariño e intimidad. Los autores han estudiado la violencia en el noviazgo en población juvenil que va desde los años de las primeras relaciones de pareja, entre los 13-14 años, y la edad de los 18-19 años.

   En esta franja de edad, según los estudios existentes, los jóvenes de hasta un 90% de las parejas encuestadas han aceptado ejercer algún tipo de acto violento con su pareja de forma recíproca y bidireccional. Con independencia de géneros, es una característica de esta población, la violencia es dual, y es ejercida por ambos miembros de la pareja.

   "No hay datos en la población juvenil sobre el uso de armas u hospitalizaciones pero sí de actos violentos de índole leve, sí mucha agresión psicológica, que es muy prevalente en la población juvenil. Los golpes, empujones y manipulaciones son pequeños actos que se repiten y no son llamativos, se consideran normales, pero configuran un caldo de cultivo para la violencia en la vida adulta de pareja", explica Muñoz-Rivas.

   Son estudios sobre la violencia en la juventud que se han realizado en la población general, no patológica ni en estratos sociales determinados. Los porcentajes de violencia en la pareja bajan a medida que los chicos y chicas cumplen años, si bien el pico está en las parejas adolescentes.

   Muchos jóvenes superan esta forma de relacionarse ya sea porque desarrollan otros mecanismos de resolución de problemas, por la influencia del contexto o no poseer factores de riesgo como variables de personalidad que incluyen una deficiente autoestima, consumo de drogas o déficit en el control de la ira y de los impulsos.

EL PROBLEMA DE 'NORMALIZAR' LA VIOLENCIA

   Con el paso de los años, los jóvenes que han aprendido a normalizar en sus vidas la violencia en pareja la incluyen como parte de la convivencia y la tolerancia que han desarrollado lleva a que esta violencia vaya en aumento.

   Por este motivo, si en el noviazgo juvenil prima la violencia psicológica y verbal, entre las parejas de 20 a 30 años se produce un aumento en los porcentajes de agresión sexual y hospitalizaciones derivadas de actos violentos, en los que en la mayoría de los casos la víctima es la mujer.

   En los jóvenes, los actos violentos están normalizados y de ahí que no se acuda ni a padres, ni profesores ni instituciones en busca de ayuda ya que un porcentaje elevado de los jóvenes los consideran parte de un juego y producto del amor y no le dan importancia, apunta la autora, que añade que la sociedad no marca con una etiqueta clara para los jóvenes qué se considera violencia en la pareja.

   "No somos capaces de transmitir qué no es tolerable. Los adolescentes no se identifican con los adultos que aparecen en los medios de comunicación como protagonistas de actos de violencia doméstica y no lo ven como un problema que les está sucediendo porque nada tienen que ver con los adultos", señala Muñoz-Rivas.

   Los padres tienen que entender que los hijos no son conscientes de que viven tales situaciones de violencia y estar atentos no sólo a indicadores directos como una conversación telefónica o la existencia de coacciones sino también indicadores indirectos en sus hijos como los cambios en el rendimiento escolar, situaciones de estrés y agresividad contenida, tristeza y una baja autoestima o consumo de drogas.

LA FAMILIA, CLAVE EN LA PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA

   "Hay que establecer mecanismos de comunicación y una mayor supervisión por parte de los padres. Debemos ser conscientes de la importancia del modelo familiar que mostramos a nuestros hijos: si en nuestra pareja aceptamos el abuso, las amenazas, los insultos o los gritos, nuestro hijo reproducirá estos ejemplos en su pareja", señala Muñoz-Rivas.

   "Lo primero es ser conscientes de que hay una necesidad de prevención de estas conductas violentas y que no hay que tolerarlas. Existen centros de atención a la familia y aunque existen pocos especialistas sí que hay otros profesionales que pueden ayudar con estrategias para manejar estas situaciones", señala la profesora.

   El objetivo de los autores es que los padres conozcan la violencia, qué tipos de violencia existen y cómo convertirse en elementos preventivos de ella. Los padres pueden buscar ayuda y encontrarla en este manual sobre cómo intervenir, qué hacer ante cada uno de los comportamientos, cómo hablar de la violencia de una forma técnica, qué significa y los mecanismos para manejar las relaciones de pareja de forma adecuada.

   "No hay cambios en las cifras de violencia de género porque a pesar de que se ponen los medios para intentar frenarla no se actúa sobre el principio del problema sino en situaciones extremas, de ahí la importancia de la prevención. La adolescencia y primera juventud es una etapa determinante porque se aprenden esquemas que se van a reproducir en la vida adulta", concluye Muñoz-Rivas.